XXXIII Festival Castillo de Ainsa
El entorno de la Villa Medieval de Aínsa es, en sí mismo, historia y tradición.
Entre sus calles, sus monumentos, sus plazas y pavimentos empedrados se respira el aroma de un lugar que ha visto y vivido más de lo que nadie podrá nunca contar.
Muchas de las celebraciones, de los encuentros, que cada año acoge la localidad altoaragonesa, son un reflejo, un homenaje a lo que el pueblo fue y quiere seguir siendo.
La Ferieta, con varios siglos de tradición, o La Morisma, recreación sobre la reconquista de Aínsa en el siglo VIII, son dos claros ejemplos del orgullo de un territorio que no esconde de dónde viene y hacia dónde pretende avanzar.
En clara sintonía con la preservación de la memoria, con ese amor a la tierra, a las señas de identidad en las que tan bien se reconocen los habitantes de Aínsa, nació hace ya 32 años el Festival del Castillo.
El evento ha logrado, gracias a la voluntad y al tesón de muchas personas, hacerse un hueco en la agenda de festivales más sonados del panorama autonómico y nacional.
Apostar desde sus inicios por la música folk y de raíz, aunque sin perder de vista la necesidad de explorar nuevos caminos que lo enriqueciesen, ha marcado ese carácter diferenciador que lo ha posicionado como un evento de indiscutible atractivo.
Han pasado desde entonces miles y miles de personas por las actividades, los conciertos y los talleres organizados a lo largo de sus más de tres décadas de existencia, y decenas de artistas han hecho disfrutar tanto al público local como a los turistas que cada año nos eligen como destino vacacional, incluidos nuestros vecinos franceses.
A pesar de su dilatada experiencia y como todo aquello que está vivo y transita por un ecosistema cambiante, el Festival Castillo de Aínsa ha tenido que superar etapas de enorme complejidad.
No hace falta irse muy lejos, pues los dos años de pandemia que acabamos de dejar atrás marcaron un punto de inflexión que requirió un extra de esfuerzo, repensando formatos y redefiniendo objetivos.
Noobstante, la crisis sanitaria también nos brindó nuevas oportunidades: ampliar los días de festival, huir de las aglomeraciones y sacarle provecho a los espacios más acogedores de la Villa Medieval. Y con la parte buena de la pandemia hemos decidido quedarnos, llenando el mes de julio de propuestas culturales y sacándole el jugo a escenarios de particular encanto como el Foso del Castillo y el Patio del Museo.